Una taza de café,
un buen ron y un cigarro…
En una cueva llena de rosas
en sus grutas doradas
Sus manos regias
sacaban suspiros que
hienden el aire
el astro del amor
metido sobre el tul
Temblaban las gotas
en las flores como rocío
se sentía el calor de un fuego
lo avivaban sus gemidos
en fuego sin quemarse
robando de ella el polvo de su nieve
prendiendo su primavera.
de un trémulo suspiro
en reflejos de los zafiros
se vieron sus ojos cristalizados
la que dejo de ser niña
y convertirse en su mujer
En esos luceros se reflejaba
su ilusión, su alegría,
la luz iluminaba su belleza
Y él sentía como latía su corazón.