Mis manos son
como estelas
en un mar de piel
que toma fuerza
del aire de tus labios.
Y así, como pieza
de ajedréz
voy andando,
vengo conquistando
sin dejar espacios.
Para no perder sentido
ocupo tus ojos
como brújulas de fulgor
confiables, fidedignos;
y guíome por ellos
sin algún destino
y a mis manos exijo
más potencia,
más delirio.
De la urna escapa
el cólera, me socava,
y deja mis estelas
en idilio de fuerzas;
decendiendo hasta el río
tan recóndito y profundo
al lado de un monte
lleno de rocío.
Y tu cuerpo siente
como por su río
pasan mis estelas
que dejan marcada
a tu alma como
huellas en la arena;
y de tu cuerpo me aferro
como un braguero
a una herida abierta.
De tu río desembocan
ardor, lleno tienta.