La noche es una estela infinita de ausencias
que el día hace pedazos con su multitud de presencias.
Los espíritus trasnochados son los que acompañan
el cortejo de vivencias nocturnas.
Los espantapájaros dormidos hasta el nuevo día
se ocultan en las sombras pensando
quiénes serán las víctimas de mañana.
Las flores guardan sus aromas y colores
para mezclarse en las matas silvestres de los salvajes pantanos.
Todo queda a resguardo esperando el nuevo día…
Sólo las almas noctámbulas deambulan de orilla a orilla…
Ahí va una…
desconsolada esperando que la bruma no se disipe.
La tomo de un brazo, la miro y le digo…
Vuélcame tus ansias de creer,
que otro día viene deshojando las grietas nocturnas
con que se regodean y aspavientan
las oscuras siluetas taciturnas
que inundan las frías tinieblas
de un pasado efímero, mordaz y lúgubre.
Y así… con paso transido
recorremos juntos el corto camino de la desesperanza
para ahondarnos en la inmensidad de nuestro no ser
esperando la impaciencia del devenir…
desandando la cruel voluntad aterradora
de la insinuante y trémula oscuridad.
Todo da vueltas a nuestro alrededor,
nos hundimos en una espiral sin principio ni final,
giramos desenfrenados a través de las tinieblas
alma contra alma, beso contra beso
infinitamente solos, buscando la luz tenue
de otro amanecer…