Sigo aquí, en el alba oscura
de un día sin amanecer,
dejando que se lleve la luna
mi deseo de volverlo a ver.
Apenas me basta pensarlo,
tenerlo conmigo en sueños
para que el amor se abra paso
en el corazón de mis versos.
Y lo que sentí por él se escribió
en un suave pedazo de viento,
que envuelve mi mirada azul
con lágrimas de antiguos anhelos.
Aquel fugaz instante en que lo vi,
hizo que en sueños apareciera una noche,
y porque sólo quiero verlo junto a mí
sueño con él siempre y desde entonces.
Y son mis manos desvistiendo poesía
en los balcones de aquella tarde,
en la que fui adiós y también fui bienvenida
al ver como esos ojos... se encendían al mirarme.
A él, a su recuerdo me aferré,
cuando se alzó frente a mi la soledad
de esa niña rota con alas de papel
que se quedó dormida... mirando siempre el mar.
Porque la ilusión tuvo su eclipse
con mi corazón a medio abrir,
si perderme en él fue lo que quise
y después... después sin mí lo vi partir...
bajo el gris perla de mi cielo
que se nubló y sin más lo dejó ir,
dejando herida la voz de mis sueños
acallada por la lluvia que cae sobre mí.
Esperé... esperé por él y no llegó
a romper el miedo de sentirme sola,
a cuidar de mi triste corazón,
a coser su sonrisa a mis horas...
a desvelar conmigo
las noches de luna,
abrazado a mí,
al calor de mi cintura.
A enamorarme...
a morder la distancia,
a golpearme las dudas,
a recorrerme...
los senderos que aún...
que aún permanecen a oscuras.
Entre lágrimas de una mirada rota
desandando los días acabé por perderlo,
y sin que lo supiera secuestré de su boca
la dulce fantasía de un único beso...
para guardarlo bajo mi piel desnuda...
entre caricias... y sábanas de versos.
Ceci Ailín