He perdido la voz,
la boca se ha ido,
entre el silencio
burbujas han inventado
féretros en la piel
de árboles,
gimiendo cenizas,
desde la corteza
de las heridas
hasta el alarido
ahogando la sonrisa…
-La naturaleza muere a manos de sus hijos-
He perdido la consciencia,
la inteligencia está escrita,
entre el verbo de la muerte
cápsulas se han sembrado
la madera podrida del mañana
de zapatos perdidos
anclados en el fuego
desde el adjetivo del presente
hasta el punto final de una pesadilla
asesinando puntos suspensivos del oxigeno
entre huellas agonizantes de la vida…
-Hijos de metal nacen del pavimento-
He perdido la necesidad de perderme
en la pérdida de brújulas
levitando en venas-
raíces atesorando la tristeza,
desde el balcón al abismo,
sombras amarrando la oscuridad
en la mirada,
testigo de las paredes vacías
ayer escritas-
hoy borrones, manchas de líquido
ahorcado en la lluvia-
y llora, deja brotar sus lágrimas,
y caen, cayendo sobre el cielo manchado de sangre,
cae el horizonte,
el anochecer dentro de la pecera de amanecer
desgarrada en el mar, níquel del presente,
así como miradas confundidas
bajo el manto gris del arte
manchado por su obra,
reinventando puntos desgarrados
a la corteza del árbol
torcida en un alarido de años;
arrugando el tiempo,
arrugando el universo,
arrugando la vida,
y en pasos lentos,
cayendo
a la quebrada
de la pérdida
de la voz, la boca,
el grito, la pérdida
del pequeño fruto,
quemado, entre las cenizas y el polvo…
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