Ya no tenes prisa.
Sabés que ella te busca, y aún asi la esquivas.
Después no te quejes.
La niña levanta su oso de peluche, se sienta en el último peldaño de la escalera y observa. El elefane ya no está. El sol entra por el amplio ventanal de la habitación. La niña tiene ganas de reir otra vez, a carcajadas, pero se contiene. El monstruo continúa observandola. El sabe que ella sabe.