Camine descalzo
Y mis pies, ensangrentados
Por las piedras del camino
Ya no me permitían seguir.
Fue entonces, cuando te conocí.
Me tendiste tu mano, me curaste
Me diste de comer.
Y me alojaste.
Ya restablecido, emprendí el camino
Y fui dando tumbos
De puerta en puerta…
Se me gastaron, mis ropas. Mis zapatos.
Y nuevamente, empecé
A sangrar…
Esta vez, fue peor
Y mi dolor iba en aumento.
Ni siquiera
Conseguía el alimento
Para mi sustento…
No había un alma que me tendiera la mano…
Hasta que me acorde de ti.
Señor de señores
Y pensé que quizás tú me rechazarías
Decidido te busque.
Y tu mi señor, nuevamente
Me tendiste tu mano.
Sanaste mis heridas
Y me consolaste.
Ahora señor,
Seré tu fiel siervo
Llevare, el mensaje
A las almas perdidas
Les diré
Que tú nunca me rechazaste
Que siempre me consolaste
Y que estarás, con los brazos abiertos para darnos el perdón.
Y si tus pecados son rojos
Como el carmesí.
El los volverá.
Blancos como la lana.
Autor: Miguel Hernández Ledezma