Hay un libro abierto y dos dados en un punto de la noche. Hay ganas de preguntar. Alguien sin nombre conocido, un dado en cada mano, una oportunidad, treinta y seis posibilidades. Varias puertas pero sólo una respuesta como llave. En un punto de la noche alguien se atreve a preguntar a algo que no tiene nombre, mas sabe qué responder antes que se le inquiera.
Con decisión se prepara. Aparta los muebles del salón. Se sienta en el silencio y en el espacio abierto para el ritual. Quiere saber, sabe que puede preguntar. Pregunta, se le responde. Ay, la respuesta...
"El fin de la tregua. No hay piedad"
Aparta el libro, aprieta los puños. En la puerta de su pecho va el corazón golpeando rápido para salir. Pierde la mirada, escalofríos remuerden su cuerpo que ahora es una inquietud que tiembla. Sin poderse levantar va cayendo al fondo de la sorpresa de agua fría. Frunce los labios, tensa el cuello sudado. Ve amenazas en cada sombra, en cada rincón.
En un punto de la noche dos dados en el suelo se alinean como ojos brillantes de fuego fatuo. El libro sin autor se cierra y se aparta, y lenta se abre la puerta que lleva al fondo.