Se encontraban serenos los dos, quietos en su totalidad.
Como unos ángeles dormidos.
Sus padres los observaban fijamente en su dormir.
Angélica siempre ha sido juguetona, la niña de la casa, que era capaz de convertir una sabana, en el perfecto vestido para desfilar y soñar que será la próxima miss Venezuela.
Alberto era el serio, que siempre quería mantener el orden con sus amiguitos y siempre cuidaba a su hermana menor, desde que su padre le encomendó esa tarea.
Juntos eran los hermanos Rodríguez.
Hijos de dos diplomáticos muy importantes en la Capital.
Angélica irradiaba luz y Alberto proyectaba serenidad.
Ambos iban a la misma escuela, todo su mundo era seguridad.
Fue impresionante como un día de mayo ambos fueron alcanzados por la inseguridad.
A Angélica le apagaron la luz primero, seguidamente de Alberto con el mismo trágico final.
Que duro es ver dormidos los sueños de nuestros niños, por hombres que por dentro solo llevan maldad.
Allí se encontraban ellos serenos, quietos en su totalidad, mientras sus padres con tristeza el último adiós les dan…
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AUTORA: ORIANA RAVELO.