Se acabó el peregrinaje
por la duda y las angustias.
Talvez sellaron mis huellas
las arenas mendicantes.
Habrán quedado dormidas
la llovizna en tus cabellos
y la música perdida
entre nubes de verano.
Solo ha quedado una flor
la inquieta flor del silencio
cual telaraña o ceniza
en mi mente enardecida.
Aquel ángel consecuente
que hacía guiños a tus besos
gritó un estertor quemante
cuando comenzó la nada.
Desapareció el martirio
Como sombra en luz de aurora,
y en un tañer han huido
las aves del campanario.
Corre, vuela, vete amor mío.
Hoy disfruto el pan de vida.
Por el gusto de olvidarte
ya se ha curado mi herida.