Ahora que peino,muchas canas blancas
he vuelto a la viña de mi niñez dorada,
con cerco de alambres de púas gastadas
que el tiempo con calma las puso romanas.
Recorro senderos que antes volaba.
Tendido a la sombra de sus viejas parras,
donde me imaginaba un gazapo nuevo
comiendo directo las uvas colgadas
cuando el sol custodio, yo se los robaba.
Ví mis pequeñas huellas en mis recuerdos grabadas.
Corriendo entre entre parras y guías trenzadas.
Admiré ese espino de soles pequeños,
sirviendo de casas,a tordos y tencas
que al despertar trinaban.
Los álamos en fila como en procesión sin alma,
lo escucho orar el viento en sus ramas.
La pirca de piedra,el pozo del agua,
refrescan mis tiempos,volviendo a mi infancia.
La Corina suave,mujer encantada
aparece sola junto a la quebrada.
Quisiera llamarla,sabiendo no estaba,
solo mi memoria la trae callada.
La tía bendita de manos gastadas,
de cuentos de rezos,en su tierra amada.
Despierto contento, pero bajando el agua
de mis ojos viejos, cayendo a la cama.