La vieja barcaza ya se hundía,
y con ella, mi esperanza, mi alegría
Unas alas se extendieron en el cielo
soportando la bravura de los vientos
Mis brazos fueron los mástiles
que se alzaron remontando vuelo
Una playa desierta me esperaba
con su cálido sol y arenas blancas
Como el águila herida observé el firmamento
sin saber si aquello era real o sólo un sueño
Fueron tus ojos, del color del mar, los que dijeron
que nuestro encuentro era tan auténtico y tan cierto.
María Ferretti Gaich