Emprendiste vuelo, ave, de tu nido
enseñaste, errante, a tus alar a nadar
el silencio cósmico no te dejó dar vuelta
hoy te cuento que lloraba la modorra maternal.
Te marchaste sin siquiera saber manejar
el arte meditativo de aprender a volar
ingenua como viajabas te adentraste
en la cruda carne de la brisa glaciar.
Aspera y sentenciosa nunca te dejó admirar
ni entender que tras la escarcha filosa de la temporada
había también cielo claro y azulado
y no luchaste, te dormiste inerme.
Aquel gélido temporal
te hirió de un ala y te negaste a elevarte
pero te empujó el viento con su fuerza banal
hacia otro inexplorado, dorado era también el lugar.
La primavera con su manto sedoso legó
para ti, ave mal herida el aura y el sol
volar era tarea de niños, arrebol
el pájaro enamorado del viento fantaseó.
Una pluma se desprendió enigmática
flotaba con su brillo polémico frente a Dios
¡Ave, apresura tu vuelo que una parte de ti se cae!
el céfiro se niega a ser culpable:
"¡No fui yo si no antes el soplo invernal!"
Oh Dios ¿Quién desplumó al ave sin compasión?