Entré a la sala, había muebles, mesas, revistas, cuadros, luces y cámaras. Sólo faltaba la acción; y yo no era el más apropiado para iniciarla; así que me tumbé en el sofá y me quedé dormido profundamente, tan profundo dormí, que hasta soñé.
Estaba soñando que yo era fotógrafo, y la modelo de mi imaginación al verme la cámara salió espantada, despeinada y sin maquillaje; entonces me desperté… Y la cámara seguía disparando.
Chispas de luces artificiales
coquetean con el diafragma
y captan imágenes faciales
que van deslumbrando el alma.
Un mundo de belleza delineada
donde se debe por fuerza sonreír,
destellos brotan cual miradas
cuando la cámara suena click.
Nace un mundo de fantasía
que mezcla sueño con realidades
dando vida a las fotografías,
vidas efímeras y virtuales.
El camarógrafo enfoca,
la modelo sonríe y mira,
la sonrisa comienza en la boca;
y la belleza se eleva y se sublima.
Si de pronto la modelo no sonríe
la cámara capta el mágico momento,
y hace que ella su mirada desvíe
llenando de sonrisas el pensamiento.
La cámara recoge los contornos
de bellezas sutiles y emblemáticas,
mientras se van encegueciendo los ojos
en interminables poses fotográficas.
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