Para alcanzar los atardeceres
te tengo cada mañana,
acomodada en el espacio de mis besos,
disuelta en el aroma de las sábanas,
pretendiendo inmortalizarte.
Para palpar los ocasos
apresuro tus despertares
pletóricos de besos,
cubiertos de promesas,
sedientos de sexo al entregarte.
Para alcanzar los crepúsculos
sostengo tus manos,
sembradas en el fuego,
poseídas por el deseo;
nerviosas, ellas, al denunciarte.