Esta desdeñado el cielo, poco a poco convence menos su estación, la economía gasto el símbolo de nuestro futuro favoreciendo al infierno. Mujer de canas bravas, ¡que tan fuerte es tu enramada!, dime esta y otras tantas veces que tan largo, que tan pesado y que hondo cuesta el trato amargo de la soledad en calles.
¡Dime tú! ligera fiera entre mis arrebatos maliciosos de una espera adversa incontrolada con la furia de los tiempos. Cuéntame, entre dormida desnuda en mis sabanas ¿que tanto amor haces cuando te atreves a formarte?, a cautivarte y hacerte más mujer. Dime sin recelos ya de una vez porque no guardas esa belleza que tan rápida sueltas cuando pasas, dime que te ha hecho derretirte en tierras prófugas de cultura ¿Por qué te sumergiste en el rito del amor?, ¡dime tú! en todas tus respuesta la más clara y la menos obscura, desarma este desastre que he venido haciendo por mis atropellos, dime que ya no aguanto esa perniciosa desesperación fatal de mis errores.
De pronto todo se vuelve instantáneo e improvisto, de pronto el suelo es perdido por las gracias que das cuando te cantan. Erótica mujer de fuego, en vela de fierro acaudalada por la marea de los vientos, eres naufraga en las bahías del desierto pasional.
Rojo fruto atmosférico de tu paladar cuando degustas del mundo un aperitivo satisfaciendo tus placeres pasionales.
Mujer, fascinante esfera de mi árbol lujoso, entra enserio abriendo paso en mis puertas. Metete al alma, sángrala, escríbela con tus ojos en notas suaves de gran seducción. No seas tu mujer, la dominada hembra que el hombre aplasta, defiende en cuerpo y alma tu bravía defensa con las aguas fuertes de tu bandera navegando.
Sigue pisando con encaje la tierra que te corresponde defender hasta el cansancio con ese amor irreparablemente ciego que dejas ver.