Tú que siempre has sido fruto de sueños vagos, que siempre vas y vienes como día y noche; tú que tienes tantas formas y cada que te pienso traes contigo una nueva cara, fotos, cuadros, gustos, escritos y flores diferentes... pero siempre, siempre presente. Tú que con la lluvia caes y luego te evaporas, al final siempre sin poder quedarte un poco... ni en tu estado líquido ni en tu estado gaseoso. A tí, quien quiera que seas, te llamo siempre que miro cuando amanece y cuando atardece, cuando mi rostro y mis manos sienten el rocío, cuando escucho el mar o cuando escucho correr el río. Te llamo y te llamo y sólo te siento en algún lugar muy lejano... pero al final siempre te encuentro. Tú, onírica, algún día sabrás cuánto te anhelo.