Miyagui yuyatsi

Carta n. 2

 

 

 

 

 

Seré breve,

Intentaré serlo.

 

Seré breve como aquellos besos de despedida que saben que nunca volverán a enmarcar esos labios.

Seré breve como la mirada fija en el avión que se pierde en un colchón de nubes, con ella viajando hacia el otro lado del mundo.

Seré breve como aquellos amores que duran una sola noche, en los cuales alguien termina amando y otro ignorando.

Seré breve: te quiero.

 

Entonces dime, qué es lo que piensas cuando crees verme... abrazándote con besos de bebe la espalda.

 

Cuando crees verme... caminando hacia el lado contrario de tu bella sombra.

Cuando crees verme... entre la bruma que riela los undívagos versos del silencio.

Cuando crees verme... en aquella menguante estela de barcarola solitaria con destino a la luna.

Cuando crees verme... dibujado en los rayos vespertinos que penetran el andante movimiento de palmeras en el cielo.

Cuando crees verme... en la melancólica melodía de un bus repleto de miradas.

Cuando crees verme... en el reflejo tornasol de tu ventana en el ocaso.

Cuando crees verme... arrullándote con románticas historias inventadas de mí para ti.

Cuando crees verme... en un poema que deja impalpables besos en tu alma.

Cuando crees verme... conversando contigo en el paisaje abstracto que pinta tu mente cada vez que crees verme, pero yo no soy... es mi recuerdo.

 

 

Cuando crees ver mi nombre titilando en el cristal que reflejan tus parpados,  y sin contestar ya imaginas mi voz diciendo: “Hola”...

 

 


También dime qué es lo que no piensas cuando crees verme.

Porque tú, con tu brevedad de miradas, de palabras, de poesía, me tienes como protagonista infiltrado de una novela que tejes pacientemente con todo lo que no te he dicho.

Con todo lo que nunca te diré… por ejemplo:

 

Ayer  fue café con jazz, sobre la mesa hubo sorbetes llenos de aliento reprimido por lunas de insomnio, las colillas eran póstumos recuerdos de besos huérfanos de la noche solitaria, mientras unas miradas infinitas buscaban el amor entre las hojas danzantes del asfalto, una  vecina mesa esperaba impasiblemente que las estrellas bostezaran trasnochadas. Palabras, solo palabras se escuchaban en el vacío, pero ninguna con tu nombre.

Esa noche todos los autos avanzaban hacia espejos empañados de lo efímero. Y las horas como humo estéril intentaban fecundar algún recuerdo de los labios que solo hablaban segundos. Y todos los rostros parecían ser de todos por un momento. Sillas tímidas, lentes de escotes ajenos que miraban provocativamente, y náyades que armonizaban los límpidos átomos que morían-y mueren- atravesando alguna vaga sonrisa con sabor a sexo. Pero mientras todo esto pasaba, yo seguía en un absurdo coma mental llamado tú.


Hoy la mañana fue callada y melancólica,  el aire congelado de ofrendas golpeaba mi rostro. Todavía estoy conmovido por escuchar sollozar al piano en cada antífona que me supo a reverencia fingida. Creí ver mascaras, tal vez fueron las mías que se aparearon con las notas que fingían entonar mis colegas pecadores. La voz de pseudoprofeta emanó de mortal micrófono, los violines cantaron milagros sin testigos, los anuncios eran avisos de lo que nunca haría, y sentía que las oraciones pululaban en cruzar el invisible filtro que separaba la gracia de las gracias, muchas morirían sin fe, otras en el mentolado aliento de interlocutor presente solo en cuerpo... Que Dios me perdone por haber estado pensado solo en ti.

Mientras Jezabel coqueteaba con mis soñadores ojos, pidieron voluntarios para sacarla; Todos se ofrecieron menos yo, que no cambio mis principios inspirados en tus letras, en tus ojos... Que Dios me perdone por confiar en el inexorable péndulo que marcó el trafico de soledades prestas en oír una esperanza, que para mí fuiste solo tú.


En este momento el ronroneo de un gato contrasta una apacible siesta vesperal; colchones con huellas de sobrinos que ahora tengo, me sirven de refugio para hilvanar letra sobre letra una canción que por tónica lleva tu nombre. Sombras benignas debajo de mi cama escriben mis memorias en un espejo roto que refleja partículas de un constelado techo…un constelado techo de suspiros formado por la soledad que me sobra y que tanto amo, y mientras las pisadas de mí difunto abuelo hacen crujir las maderas del cuarto de alado, un viejo ventilador refresca la calurosa sensación  de envejecer segundo a segundo sin oportunidad de volver a empezar. Sera qué por eso  escribo sobre almohadas que heredé y me distraigo silbando algún recuerdo futurista...

Ahora siento que hay espacio en mi vida para pintar nuestra historia, hoy te extrañan hasta los besos de buenas tardes que nunca te he dado… hoy te extraña cada letra de esta carta…

Por eso te escribo,

Para olvidarme de ti, extrañándote.

 

 

 

Ya no te canso más. Quiero irme a dormir para soñarte...!!

Te dejo de recado un beso fechado para el día en que te vea, ojalá tus sueños arrullen los pensamientos de mi piélago onírico esta noche.


 

Déjate querer en el mar

En aquella soledad de un cielo constelado

Que embargan mis ojos con arena de tu piel.

Déjate querer en el campo

En aquella sinfonía de insectos nocturnos

Que contrasta nuestras miradas imponderables.

Déjate amar en la ciudad

Pues en aquella avenida de peatones y trenes

Un beso nuestro servirá de semáforo…

 

 

 

PD: Pude haberte escrito más, pero prometí ser breve: te quiero.