Me quedo mirando tu foto, enajenado,
observo tus ojos que son luz divina, mi luz.
Me detengo en tus dulces labios y los devoro
para extasiarme de tus besos a media luz.
Me quedo mirando tus mofletes de mazapán
y te siento tan cerca que me llega tu esencia.
Escucho tu palpitar y me hueles a flores y elegancia,
a trigo y a cosecha es tu fragancia.
Percibo tu aliento en mi cuello y arde mi inquietud,
mi deseo, mis ganas de ti,
como el niño que ansía el pecho de la madre.
Me quedo quieto mimándote,
acariciando tu pelo negro azabache.
Ay… Tu pelo me huele a tomillo y a romero
y mis dedos, se enredan en su seda.
Son como una caricia para mis sentidos lampante,
Y recorro tu cuerpo lento muy lento
Empapándome del tacto de tu piel canela.
Parece increíble tan lejos y ahora tan cerca.
¡Oh, Dios mío! Como puedo sentir tu calor,
tus jadeos, tus temblores, tus susurros
incomprensibles, pero cálidos y excitantes.
Entro en ti, en tus misterios y entonces
comienza el vuelo eterno y rasante
entre, tus pechos y mi mente.
Esto es el misterio del pensamiento coordinado
con el deseo de amarte, de hacerte mía una vez más,
que me sientas tuyo, que seas mi dueña y señora,
y nunca dejemos de amarnos, nunca, nunca.
Autor J. Méndez.
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22/07/2012 12:26:36