Amanece la sonrisa con hebras de sol
con un mimo inmenso se derrite mi iceberg,
porque has limado mis aristas con tus puntos cardinales
para que no huya la piel de tus ojos de vida
ni de tu aroma de sándalo.
He sentido tu alma surtida de ramas
y yo he implorado ser hoja, humildemente hoja,
para cobijar de la escarcha tus cosechas.
He manado lava en el volcán de tu costa
cuando una estrella me habló de la selva pluvial de tu boca
supe que podría morir contigo en un atardecer de Capadocia,
porque en tus brazos trinan con calma los aguaceros
y en tus labios trepan racimos de vides,
así como en tus manos , inmensamente tus manos,
me reescriben para despertar el templo dormido.
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