AdelaVila

Caldera grancanaria

Bimbache isleño,

¿qué fue de la “cueva de los canarios”,

qué fue del lagar de Bandama?

 

Vulcana mía, ¿será la idiosincrasia,

la mediocridad política,

la incompetencia burocrática?

 

¡Oh, mi distante amor!

Tus ojos grandes azul-verdosos,

clavados están en mi alma.

 

Dime, ¿qué fue de las alas de tu aurora,

de las crestas de tus olas,

de las bellas manos toscas

que hacían girar tu febril telar?

 

Caldera de mi ser,

otrora de nao valiente;

y ahora… ni drago, ni fuente.

 

Ni una triste acequia donde llorar,

ni lagarto a quién aquejar,

ni risco desde el que vocear.

 

Imploro compasión…

Privatizado está el espacio medioambiental,

mendigo expoliado

cual gigoló, leproso, emigrante…

 

Maestro Lezcano, necesito de tu serenidad.

Cuán dudo de esta feudo justicia,

de la Divina… Hoy no quiero saber nada.

Ni de ángeles, ni de genios,

ni de fórmulas santificadas.

¿Qué le pasa a la razón

que ni el mismo corazón puede con ella?

 

En mi dulce sueño…

el agua cristalina mece una cuna plateada…

Gran Canaria de mi alma, ¡sabia!

sabes de tus hijos vagabundos…

Os amo, isla Rechoncha y bonita.

Desde los lindos Chefchaouen, Fez… ¡araño al tiempo!

¡Oh, Dios, cómo siento su amor!