Te conozco, cómo el cielo y la
nube no se conocen, así el afán
y la hormiga se conocen, yo te
llevo agrupada en mis pensares.
Y si la vida y el existir
son asuntos más que compatibles,
tu sonreir de arco iris y el agudo
tino de este mirar, son lazo irrompible.
Con la tibieza de esa tu mudez,
cuando te apresa para sí el instante,
y el tiempo corre sólo por tus labios
se que aún cuando mortal, serás para siempre.
Aunque ahí, frenada del camino reflexivo,
y nadie capte lo grandioso de tus lumbreras,
sólo yo ante esos ojos me detengo
teniendo en su silencio, lo que no cabría en la palabra.
Te conozco, tu que eres vida mía,
y cuando se destroza el momento
por perder la paz aquel, tu pequeño tiempo,
me miras, y gusto es de nuevo conocerte.