Te marchaste sin dejarme nada a cambio, solo recuerdos inútiles,
me aprisionaste a tus huesos y como una marioneta tosca seguí tus pasos
olvide mi orgullo y te seguí.
Me quedaste debiendo un adiós,
huiste a una dimensión oculta en tu hermetismo,
yo te esperaba sin saber que ya te habías ido,
sustituida por un espacio de kilómetros perdidos en el mar de la mente
con su oleaje que con cautela se acerco y lo tomo todo con su resaca,
la misma que ahora consume el alcohol de mi dolor.
Estoy clavada en una barra de bebidas inertes e inestables,
de burbujas y matices inconfundibles
con pinturas de colores tristes que no he aprendido a borrar.
Viví engañada a los besos que me dejaste,
a tus manos que ahora como espinas se clavan en mi piel,
viví entre castillos disueltos hoy entre amarguras…
Casi en cenizas, tomando los trozos que quedan de mi,
sigue una pregunta tonta que lo vuelve a enredar todo:
¿Como alguien con sus palabras pudo engañarme tan fácil
y con su cuerpo inventar un sentimiento tan bien?