mandril

Poesía Muerta

Mi poesía está muriendo,

en mí se adormece,

cual osezno en invierno.

Mi prosa carece de energía,

padece de Alzheimer,

está muriendo mi poesía.


Desaparece como el sabor del buen sexo,

pero vive ahora sutilmente como emblema de un otrora.

No se lamenta,

muere feliz y conciente que al morir,

no deja de existir.


No me impone condiciones ni últimos deseos,

se aleja silente,

imperceptiblemente ausente.

Serán nuevos cuentos, serán narraciones,

serán nuevas canciones.


Cual vigía anhelaba su despertar,

lo hice siempre,

indignada ahora se va obligándome a la melancolía.

El poeta muere con su poesía,

sin ella sus ganas quedan vacías.


Muere el poeta dejando sus tretas,

abriendo y cerrando puertas.

Un aedo sin estrofa,

se bate como orate cuello a la ahorca.


Mejor que muera,

que se vaya con sus bromas y congojas,

que le llore a otros que le den tiempo

y no las sobras.

Quedo tranquilo con la muerte de mi trova;

simple, suave,

pero tronada así jamás se desconozca.