Llenos mis ojos de infausta tristeza,
ven en el espejo del tiempo: tu vida.
La angustia queda tenue, escondida,
anhelando de tu cuerpo: la tibieza.
Sin atadura, tu mano y la mía;
libres, semejan avecillas al viento.
Desean borrar el más cruel tormento.
Persiste en mi pecho: la melancolía.
Quisiera olvidar las aciagas penas,
revivir del ayer, alegres pensamientos.
Son palabras huecas en alas del tiempo,
esbozan que mi esperanza es vana.
Mil veces en frágil, callado silencio,
un roce de labios, clamo anhelante.
Mi sueño nocturno fiero, inquietante,
impregna un inane insomnio necio.
Hace distancia, tu cálido regazo;
siento gris ocaso estando en alba,
quedó muda mi alma en fría tumba,
añorando el entorno de tus brazos.
El perverso tiempo cura las heridas,
dispersa las cenizas de fugaz pasión.
Una saeta, un sangrante corazón,
evidencia fuego, sentimiento, vida.