Corriendo entre la noche, entre la lluvia,
mirando estaba el cielo que lloraba sin cesar,
y corriendo cruzaba las dos pistas pensando que,
en vano fueron mis poemas si a la que pensé que enviaba,
no era ella sino un apelativo más.
Que la mentira duele más que mil verdades,
y sabiendo esto me dañaste.
Quizas olvidando que la verdad siempre florece.
Es que siento que no me lo dices todo,
que callas, dudas y temes,
si yo no sería capaz de lastimarte.
Será que nos hacemos daño,
que este encuentro no fue más que una ilusión.
O será que soy un pobre tonto,
que se ilusiona y llega a amar sin razón.
Pues soy un pobre tonto
que ama sin ser correspondido,
que sufre, llora y lamenta por el amor,
que no se cansa de seguir al amor.
Que se ha comvertido en un masoquista
de sus ilusiones de pasión.
Oh cuan testigo son esas paredes que me encierran,
que llorarían si tuvieran ojos y si tuviese boca
se uniría a mi oración hacia Dios;
Que me diece el gran amor, que me quiera
tanto como yo a ella y ella mucho más que a mí,
que quiera a nuestro Yavé como los grades profetas
que le amaron pese a todo y sin temor.
Mas sabiendo que Jehova siempre oye
y da mucho más de lo que pidamos,
si es pedido con el corazón.