Escucha, poeta
que caminas sin tocar suelo
y que llevas de anzuelo
palabras color violeta
para el juego de tu ruleta
con balas de telgopor
de los que no escuchan razón
y se drogan con oleajes
de un hombre que en su carruaje
es la muerte en bicicleta.
Escucha, poeta
Tu que cargas con la palabra
de decir abracadabra
para enamorar y corromper
a corazones en tropel
que se enlutan en soledad
y conocen la libertad
en tu cielo de cobalto
como siempre dices tanto
a tu lejano planeta.
Escucha, poeta
dame de ti la inspiración
que voy a mitad de canción
y el cielo se cierra temprano
para mostrar luces de arcanos
a los fieles de la noche
que viven del derroche
que segrega la viscosidad
hundidos en la otredad
como peces sin aletas.
Escucha, poeta
que robas el pan del trovador
que es un humilde contador
de las fábulas tuyas y mías
no hace falta que te rías
mi corazón es de unos tantos
que dirigen su voz al canto
y sus manos a mi rostro
si de tu pluma queda el mosto
de la fruta menos correcta.
Escucha, poeta
dame un soneto y una letanía
ya que tu casa también es mía
y la de todos es de nosotros
en la tristeza de los otros
que mueren silbando su cura
podridos en la mixtura
entre espías y malvivientes
como no te quedan dientes
no te veré morder el polvo
que queda de los escombros
con tu letra en la coleta.
Ahora te escucho, poeta.
Blas Roa