Sus muros, ya quebrados
aún huelen a ti,
sin duda nuestra esencia
aun está esparcida en la piedra
tan fría como tú.
El hedor que desprende cada esquina
por grotesco que sea
me avivan los momentos dulces.
El polvo que nunca te apeteció limpiar
empaña mis manos
como el dolor nubla mis ojos.
La oscuridad se ceba con ella
solo la alumbra un cigarro
que dejaste encendido
la última vez que hicimos el amor.
Y de repente huyo...
Te temo.
Me temo.