En un mullido estante yacía la muñeca
con una corazón de tela, muy acolchado.
Sola y distante su rostro era una mueca
con facciones tristes y gesto de enfado.
Empolvada por el tiempo, abandonada;
las inmóviles pestañas no muestran vida.
Entre tantas muñequillas afamadas,
la pobre marioneta se sentía desvalida.
Una mañana en navidad llegó una pequeña
tocando puertas para pedir unas migajas;
llevando los recuerdos atrás, la dueña
recordó la figurilla de mirada cabizbaja.
La visitante con semblante de alegría
recibió muda el agasajo con ingente prisa.
Presurosa salió con el obsequio en cortesía;
tras inclinar la cabeza con señal sumisa.
En el retorno a casa, acarició los hilos
y con detalle, acicaló un poco la camisa;
miró con sorpresa y ánimo tranquilo
la muñeca de trapo tenía una sonrisa.