Para ser sincero,
voy a empezar por primera vez contigo,
diciéndote una mentira: no te idealizo...
Lo segundo, ya que estamos en confianza,
será la verdad más pura y quizás la menos certera:
desde que escuché tu voz encontré el sonido distante que se atrapa en la concha marina;
y supe que las olas en el acantilado se lanzan voraces contra las rocas como los cuerpos que encuentran, en la tibieza de la noche liviana, la intimidad en penumbra.
Pudieras ser el hermoso paisaje marino, o quizás la tormenta que termine por ahogarme y concluya con esta incertidumbre de no encontrarte.