Amo rociar el elixir de tu boca
con el vapor nacarado de mi alma
y el rojo suspensivo de tu pálpito
con el odorante polen de mi amor,
raptarte gitano sideral del cielo
y levitarte por el fauno terciopelo.
La triste flecha que la vida te dibuje
que al oasis de mi hipnosis obnubile,
en cómplice seda del universo irisarte
cada metáfora que golpee tus cristales
y al galope viril del tallo de tu sangre,
que vehementes mis vinos embriaguen.
Toda diáfana cadencia de tu parpadeo,
incinerar con la reptante sed del fuego
y en tus brazos, malabaristas del viento,
adosarles el incienso del más rubí verso.
Que aún acariciantes el alba nos arrolle
y su cisne amalgame el hechizado azote,
toda palabra que se ahogó en los besos
quede partícula de estrellas en el lecho.
Nunca caminar fría fuera de tu alcance
ni ser éter, que no puedas vislumbrarle.
Ser ese vértigo que dé médula a tu vida,
nunca el camino que se curva sin salida.
Tender aquel móvil retozo de los puentes
cuando tras el polvo del adiós te me alejes,
siempre tus pájaros volar por mi cabeza
y al naufragio de tu sueño encallar la vela
en el rúbeo arropo que de mí feliz te anhela.
Pero si de la vida mayor milagro esperas…
mientras el céfiro gravite las hojas secas
seguir siendo el eterno satín de tu quimera.
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Propiedad intelectual Lucero Moscoso
Bogotá D. C. Colombia