Rodeado de las cercanas pugnas entre la inmensidad y la simplicidad, entre lo que ajusta y lo que aspira, lo que sugiere y lo que realiza, lo ajeno y lo propio junto a lo mundano, tendido en el horizonte, impregnado de cosmos, saciado de la dulzura, hastiado de la belleza…
Así acudes a mí, como el ángel que se acerca a la boca del feroz que con sangre, lagrimas y sueños ajenos, alimenta la creciente vorágine que habita en su desmedida existencia desprovista de las opciones y desesperada por alcanzar aquella imagen serena que ofrece la virtud en el paraíso.