Me acostumbré a tí,
tan cercana al silencio
y a las figuras pasadas,
albeso de la espiga
que ignoró la primavera.
Me acostumbré a tus ojos inmóviles
y a tus días sin la risa,
a la humedad de tu alma
y tus visitas nocturnas.
Una parte de mí aun te invoca
habitante quizás del tiempo
que se ocultó detrás de un sueño.