En un largo camino bordeado de árboles habían muchas piedrecitas las cuales siempre estaban en el mismo lugar; el agua de la lluvia las arrojaba hacia adelante y el viento al soplar las arrojaba hacía atrás.
- Quiero salir de éste lugar – le dijo una piedrecita a sus compañeras
- Pero si aquí somos felices – le replicó una de las interlocutoras
- Estoy cansada de ver siempre lo mismo, quiero conocer otros lugares lejos de aquí, ya me cansé de ver tantos caminantes – volvió a decir la piedrecita inquieta
- Pero que podemos hacer, creo que éste es nuestro destino
- Ya inventaré algo, sentenció la piedrecita
Al cabo de un rato se reunió con sus compañeras y les dijo, ya tengo la solución me iré enzapatada
- Pero bueno te has vuelto loca, tú ni pies tienes, le dijo una piedrecita un poco intrigada
- Ese es el punto, le contestó la piedrecita, me iré en los zapatos de los caminantes, y recorreré con ello muchos senderos, dijo muy orgullosa y se sonrió.
- Bueno allá tú, nosotras nos quedamos aquí.
Así fue que la piedrecita estuvo a la espera de que transitara un nuevo caminante y tan pronto sus pisadas estuvieron cerca de ella, dio un salto y se metió dentro de uno de los zapatos.
El caminante iba tan distraído que ni cuenta se dio del asunto, y siguió caminando tranquilamente por el largo camino.
A los poco minutos el caminante comenzó a aminorar su marcha, y a pronunciar palabras obscenas - eso no le gustaba a la piedrecita que se puso muy nerviosa al escuchar tantas malas palabras.
Luego el caminante detuvo su andar y se quitó un zapato, lo sacudió con fuerza en el piso, se lo calzó de nuevo y siguió caminando feliz por el camino.
La piedrecita quedó allí de nuevo abandonada. Estaba triste y solitaria, pues sus compañeras habían quedado atrás.
De pronto una suave brisa sopló y la arrastró con fuerza hacía atrás y de pronto se vio de nuevo con sus amigas las piedrecitas del camino, se abrazó a ellas y le contó su triste experiencia y comprendió que su felicidad no podía depender de la infelicidad de los otros, pues aunque ella quería viajar a otros lugares, nadie quería tener piedrecitas en el zapato.
Estar allí en el camino era la mejor manera de ser feliz, porque allí al menos podía ver la cara de felicidad de los caminantes cuando transitaban por aquel camino, y además tenía la fiel compañía de las otras piedrecitas que bailaban con ella al son del viento y de la lluvia.
Piedritas del camino
podremos ser tú o yo
pensando con desatino
y cayendo en el error.
Piedrecitas del camino
es cualquiera de nosotros
que actuamos impulsivos,
para luego bajar el rostro.
Piedrecitas del camino
un cuento con final feliz
con un mensaje reflexivo
que yo he escrito para ti.
******