Es una palabra que todos decimos y recomendamos
cuando hay angustias y un dolor muy grande
cuando no se tiene fuerzas ni razones
y quedan inútiles todos los recursos
y no hay forma humana que evite que se hunda nuestro frágil bote
en el mar sin fondo de la frustración
Como murmurado, a veces muy bajo,
cerrando la boca, hablando entre dientes
y la inmensa duda enroscada al alma
decimos a otros en la dura prueba: ten fe
Dios todo lo ve, Dios todo lo puede
Pero cuando es uno el que zozobra
entre los dolores y la impotencia frente a la muerte
a la enfermedad o a la estocada de una traición
entonces no salen igual las palabras
ni tampoco consuelan las de los amigos
Entonces ve uno que no es fe lo que tiene
y que tampoco era lo que aconsejaba a otros en pena
descubre que ella brilla ya no como un logro
como algo que tenga arraigado el alma
sino que es semilla que espera nacer al primer contacto de la humildad
de aceptar que somos sus hijos y El es nuestro Padre
El es el Señor, nosotros los siervos
que nada podemos frente a lo imposible
que sólo obedezco y El es el que manda
y no soy yo quien pueda ordenarle lo que debe hacer
ni cuándo ni cómo
Nada más me inclino, nada más me postro
pongo de rodillas toda mi existencia
y quedo en silencio ante su grandeza
le digo que El puede, le digo que El sabe
que nada más creo, que no le cuestiono
que no le pregunto, ni pido razones
de por qué sucede el dolor que tengo
la herida que atraviesa de lado a lado mi alma
los hechos grotescos que ponen cuesta arriba
toda la existencia
y por qué yo mismo soy mi propio freno
para despojarme de esta piel y alcanzar el ángel
Nada más me quedo aquí de rodillas, nada más rogando,
nada más pidiendo
que tu me respondas estos imposibles
en que eres experto.
Puede ser común que entre las costumbres de lo que sabemos
igualemos fe a la incertidumbre
y la utilicemos para rellenar
cuando no tengamos nada que decir
porque no entendemos qué es lo que sucede
ni qué paso sigue o qué rezo hacer
para que ocurra algo milagroso
¿por qué es que no puedo yo mover los montes?
¿porque es que mi fe ni siquiera alcanza para parecerse al grano de mostaza?
A la disyuntiva quedan tres opciones:
quedarnos mudos sin alternativa,
abrazar la fe de los incrédulos, que dicen no hay Dios
sólo estamos solos, si acaso somos un bello accidente,
todo ocurre sin explicaciones, vengo de la nada y a la nada vuelvo
en un círculo eterno que nadie comprende,
o escuchar la voz que resuena hace dos milenios
la única Persona con autoridad para hablar del tema
para que nos diga qué es esta palabra que nos acongoja
lo que tu demandas para que tu muestres de qué estamos hablando
cuando decimos Dios, y exclamamos: Padre, nuestro Salvador
Por eso vine hoy a andar estas calles entre tanta gente que a El le sigue
les miro dolientes, enfermos y pobres
cansados, sudados, tristes, polvorientos
Escucho Su voz en medio de gentes
entre polvo y sol de largas jornadas:
En Capernaúm le oigo exclamar con asombro
al ver lo que dice el Centurión Romano:
“no soy digno de que entres en mi casa,
pero una palabra tuya bastará para sanarle”
Entonces Jesús le responde al hombre
para que aprendamos los faltos de fe:
“...ni siquiera en Israel he encontrado una fe tan grande.”
Otros le llevan en una camilla un paralítico ya sin esperanzas
y al ver El la fe de ellos
le dice al enfermo: “levántate, toma tu camilla y vete a tu casa”
Veo dos ciegos que vienen gritando: “¡ten compasión de nosotros!”
“¿creen que puedo sanarlos?” les pregunta El
y como respuesta a su “Sí, Señor” les dice conforme a su fe sea hecho.
Le sigo muy lejos y llego hasta Tiro
donde una mujer natal de la zona
le sale al encuentro gritando angustiada
“mi hija sufre, está endemoniada”
se cruzan palabras y da la impresión que El dice no
pero la mujer dice “Sí, Señor” yo entiendo que están primero los hijos
y después si queda toman los perrillos
Entonces su voz resuena en medio de Tiro:
“¡Mujer, qué grande es tu fe¡
por haber respondido así, vete tranquila
El demonio ya salió de tu hija”
Voy con el tumulto que hace días le sigue en ruta triunfante a Jerusalén
al día siguiente de nuestra llegada
justo a las afueras donde está Betania
El tuvo hambre y busca en la higuera que tenía sólo hojas
y para enseñarnos que El quiere en nosotros higos y no hojas
sanciona la planta, y le dice “nadie jamás vuelva a comer fruto de ti”
Al día siguiente todos volvimos a pasar por ahí
y les aseguro que con estos ojos vi la higuera completamente seca
y a El explicando que si tienen fe y no dudan “podrán decirle a este monte
¡quítate de aquí y tírate al mar y así se hará”
Marcos me cuenta que al ciego El llamó
y le preguntó ¿qué quieres que haga por ti Bartimeo?
Y cuando el ciego dijo: Rabí, quiero ver
El le respondió “tu fe te ha sanado”, y al instante recobró la vista
y otra mujer que hace mucho tiempo sufría de flujos
se mete a empellones entre multitudes y llega hasta El y toca su manto
y cuando sana, llena de temor
oye su voz diciendo fraterno
“¡Hija no temas, tu fe te ha sanado¡”
Ayer, hoy y siempre en medio del mar agitado
después que lo calma
nos mira a los ojos y nos interroga
igual que esa vez lo hizo a los 12: ¿Es que todavía no tienen fe?
Andando estas rutas de Capernaúm, Galilea, Tiro
y todos los pueblos que El recorrió
en la polvorienta ruta de la duda
percibo que fe es creer sin ver
confiando que El todo lo puede
saber que es mi Dios que se hizo hombre
derrumbar razones, disipar las dudas
Decir “Sí, Señor”, solo espero lo que tu respondas
porque no hay voluntad mejor que la tuya
Como Centurión y la Cananea decirle Sí, Sí creo
tu palabra basta para que se haga el milagro que espero
igual que la enferma que ya gastó todo
creo que si toco tu manto bendito
tú harás la respuesta que yo necesito
y el día que Tú me preguntes que si tengo fe
decir “Sí, Señor", me pierdo en tus manos y en tu voluntad
y creo que si tu quieres veré lo imposible.