Míos son los ojos que dan vueltas
y tuyos los que nunca me miran,
demasiadas gaitas sin celtas
que nunca sonaron por avenidas.
No me imagino el infierno al que me arrojan
los resquicios de tu dulce carne,
me lanzas sábanas heladas que me acarician
y cuando tocan mi cuerpo arden.
La habitación se llena de humo y no puedo verte,
me caigo en la jaula en la que me encierro,
sin sentido todavía sé que puedo quererte
pero sólo quedan cenizas en las que me entierro.