Ya sé que están diciendo, sin pisca de candor,
que si el cuerpo envejece se hace viejo el amor.
Que ya me olvidó el beso por dejar de besar,
y que mi amor se ha muerto después de tanto amar.
Que mi cuerpo arrugado ya no siente fervor
y que mi aliento acedo no provoca el amor
Que no extraño caricias, si hace frío o calor,
y que estar solitaria me hace sentir mejor.
Que están tiesas mis manos, que no puedo escribir
y que la mente, añeja, dejó de discernir.
Que los ojos perdieron su mirada feroz
y que amarga es mi boca y hasta tenue es mi voz.
Que tengo secuestrada mi antigua intensidad
y el amor entorpezco por senil terquedad.
Que se murió la llama que a otro cuerpo quemaba
y se volvió ceniza lo que más anhelaba.
Que me quedé sin alas para remontar viento
y me excomulgó el tiempo dejando mi amor muerto…
Y bien sé que así piensa quien no tiene vejez
y por eso no sabe, que es amar otra vez:
Enardecer el alma de forma diferente
y que el corazón ame más suave que la mente.
Imaginar que duermo cuando despierta estoy
y pensar que, soñando, todo mi amor lo doy.
Mirar en el pasado con los ojos distantes
y dormirme extrañando los frenesíes de antes.
Traer, con la memoria, recuerdos deseados
descongelando besos por años congelados.
Suspirar con pasión, cuando abrazo la almohada,
recordando que en ella reposó quien me amaba.
Sacar de las cenizas caricias que quemadas,
perviven como sombras en mi mente guardadas.
Desnudar mi ser otro con los ojos del alma,
para sentir amor, aunque sea amor en calma.
Saber que amar de vieja no es ningún contratiempo
porque el amor no muere, sólo cambia de tiempo.
Autora:
Amelia Suárez Oquendo
Amediana
6 de agosto de 2012