Hugo Emilio Ocanto

Mi amante, su madre y yo (Poema)

Hoy estuve toda la mañana

esperando tu llamado.

No lo hiciste.

Te llamaba yo,

y permanentemente

me daba ocupado.

No podía ser que durante

más de  dos horas me diese

ese tono...ocupado.

Entonces, decidí ir

a buscarte. Llamé y

nadie me atendió.

Fuí a casa de tus vecinos,

y me entero de tu accidente.

Corrí como un desesperado

hasta casa. Cometí el error

de no llevar el auto.

No encontraba taxi.

Sin darme cuenta siquiera,

llegué a casa caminando.

Mal no me vino

el ejercicio de caminar

esas veintidos cuadras.

Parece qur hoy es un día

de poca suerte, porque

no encuentro la llave del auto.

La busqué por todo lugar

donde suelo dejarla,

y no la encontraba.

La llave del auto suelta,

sola, tres llaves en un llavero

que no existen.

Me puse tan nervioso,

que revolví mi casa

en la búsqueda de

unas llaves que no recordaba

dónde las había dejado.

Trato de comunicarme

con el sanatorio

en el cual ellas se encuentran

internadas.

Ella, mi amante y su madre.

La vecina me comentó

que habían tenido un accidente

con su coche.

Ante mi desesperación,

llamo por teléfono

pidiendo un taxi: ocupado.

Llamo a otro, lo mismo.

Un tercero, igual.

Me desespero...

Bebo un vaso de agua,

me siento agitado.

Parece como si escuchase

el sonido de mi corazón...

Se me ocurre fijarme

en el bolsillo de una camisa,

por casualidad, y allí las encuentro.

Inmediatamente voy al

garage a retirar el coche.

Para colmo, tenía que

hacer una gran distancia.

Llego a la clínica.

Pregunto por ellas,

y me responden que

las dos están siendo

operadas. Fué un terrible

accidente, con graves lesiones.

Me preguntan si soy un familiar,

y respondo la verdad.

Me hicieron dirigir

a la sala de espera.

Pregunté si había algún pariente

o familiar esperando.

Me contestaron que no.

Estuve allí casi dos horas

esperando noticias.

Claro, no había nadie allí

porque no tenían a nadie.

Eran ellas solas. Nadie más

existe con vínculo familiar.

Solas en la vida.

Pero me tenían a mí.

No me explico lo del

teléfono ocupado.

Espero... salen dos médicos

de la sala de operaciones.

Me acerco y pregunto por ellas.

Me informan que la madre falleció.

Nada más pudieron hacer

para salvarla.

Y su hija, mi amor...

su operación resultó exitosa

y aún no había despertado.

Me sentí descomponer.

Me tomaron la presión,

y la tenía muy elevada.

Me dieron una pastilla.

Al rato me sentí mejor.

Me sugirieron que no viese

a la paciente pasadas dos horas.

Me dirigí a hacer los

trámites respectivos para

el velatorio.

Los realizo.

Después, me dirijo al coche

para volver a la clínica.

Me había quedado sin nafta.

¡Suerte perra!...

Estaba cerca de una

estación de servicio,

y con un bidón me cargan

nafta. Hoy no es mi día.

Me siento muy mareado.

Me encuentro con un amigo.

Me dice que no me encuentra

bien. Le cuento lo sucedido.

Lo lamenta. Quiere acompañarme, y acepto.

Se ofrece manejar él, y acepto.

Me sentía como en el aire.

Como un sonámbulo.

Llegamos a la clínica.

Rina aún no había despertado.

Estuve un momento conversando

con mi amigo.

Una enfermera se acerca a nosotros

y nos informa que la paciente

ya había despertado.

Me autorizó a entrar

un momento para verla.

Antes de hacerlo,

la enfermera me dice

que Rina está enterada

de la muerte de su madre.

Ante sus palabras, sentí

interiormente una especie

de alivio. Me tenía

muy preocupado el tener

que decírselo yo.

Pero ya está...

Entro a su habitación,

y me encuentro que

está sola.

Suponía, no sé por qué,

estaría otra paciente.

La enfermera me hace señas

de que no le hable.

Nos miramos. Ella tenía

lágrimas en sus ojos...

No pude superar mi aflicción...

(¿Por qué no pude ocultarlo?)

Me arrodillé ante ella,

y acompañé sus lágrimas

con mi llanto.

Todos los derechos reservados del autor( Hugo Emilio Ocanto-07/08/2012)