Voló la gran reina de la canción
por encima de su volcán mexicano,
luciendo su poncho de vivo color;
ella misma: un volcán apagado.
Voló para volver, volver llorando.
Mujer libre, descarada, valiente;
actitud transgresora y rompedora.
Su palabra turbulenta, como su vida;
su día y su noche: luces de bohemia.
Su madurez, su serena y dulce plenitud.
Nos deja su voz seca, veraz e intensa
cantando un bolero tranquilo y profundo
o una ranchera con amarga carga social,
su desgarradora voz de dama marginal,
desafiante y tranquila voz de trueno.
Dicen que no murió la chamana,
que marchó para cantarnos desde allá,
que derramará lluvia de lágrimas dulces
sobre su México adoptivo, con deseos
de paz y justicia, como maná celeste.
Depositaré una rosa roja en su tumba
sabiendo que voló como golondrina,
y con lágrimas en los ojos recordaré:
las amarguras no son amargas
cuando las canta Chavela Vargas.
7 de agosto de 2012
Pau Fleta