Anoche hice algunos cambios
me miré durmiendo y quise
reinventarme, al no despertarme
me dije: eso es lo que desean
algunos fulanos y otras fulanas.
Puse mi mejor cara de no se nada
y bajo el finísimo y sutil sonido
de una canción que olía a ella,
apreté los párpados para no verla
y por mas que yo quisiera no verla,
yo la veía, la intuía en mi cerebro.
Ella macabra hablaba y hablaba
y yo solo deseaba tenerla al lado
y saber a ciencia cierta su simple
y tal vez poco maravillosa forma.
¿Cual es la forma de la deshonra?
Yo debí reservarme ese momento
para el amanecer de la vigila íntima,
decirle que el café estaba casi listo
mientras ella se encamisaba mía.
Entonces a contraluz de la ventana
sus ojos pudieron ser celestes o lilas,
nunca rojos de furia, azules de agonía.
¿Qué cambió tanto en nosotros dos?
seguro un mundo se lo preguntaba,
menos ella, menos yo, otros sueñan
y se imaginan mil historias de amores
incorruptibles, rupturas y escalofríos.
¡Si supieran, ay si supieran aquellos
que no saben cual es el mismo camino!
Una hoja blanca y el destino inequívoco,
mi heterosexual conocimiento maduro
pero nunca jamás marchito, ni aún caído
a pesar de las mil quinientas batallas idas,
algunas ganadas y muchísimas perdidas
me dice que ella aún me ama y que yo
lejos del odio, del egoísmo de mi otro yo,
el que escribe y dirige mi mano muerta
tal vez vuelva, y la quiera, y la abrace,
aunque sea en esta o en la otra vida.