Cuando uno está solo -realmente solo-
el ruido del aguacero de la gente desaparece,
y entre la calma de los riachuelos
se pueden percibir las ideas propias fluyendo,
cambiantes de charco en charco,
de vez en cuando un peatón despistado
pasa entre ellos y hace el agua turbia;
cuando la corriente llega a baches o callejones sin salida,
se estanca y comienza a inundar las calles,
entonces la calma desaparece,
hasta que los caudales encuentran salida,
y entonces los pensamientos pueden evaporarse...