A Sara A., con amor y devoción
Cada vez que abres los ojos
y me acaricias la cara
con el suave rumor de tus pestañas,
sueño con fugaces parpadeos
que adormecen mi conciencia
con su rápido aleteo.
Cuando cierras los ojos
y se hace la noche,
un murmullo de luciérnagas
quebranta la calma de la oscuridad
sembrando un campo de trigo
donde antes sólo había un erial.
Es entonces cuando veo claro
que no hay oscuridad tan grande
que alcance a cerrar tus párpados,
porque tus ojos son de miel y luz,
y tu luz es miel para mis labios,
ávidos de tus encantos.
© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.