Me acaricias y me siento
como rey de tus pezones;
sin clamores minuteros
o sobresaltos nocturnales.
Sonrío a tu primavera
de vehemencia torrencial
y orgasmos no conquistados.
Después, en la madrugada,
cuando reviven nuestras pasiones,
tus caricias me sostienen
y parto veloz, desandando brumas.