Hoy he amanecido con los riñones en los talones
iba a desmembrar los sueños para dejarlos en mi almohada
pero pasó un esqueleto de nostalgia silbando cerca de mis sienes.
Hoy las lenguas de las aceras parecen furiosas,
como dardos lanzados al azar.
Traigo y pongo el pan delant e de mis ojos.
Me arrojo a la rutina:
soñoliento viene el bus torturando a morosos
los coches abren cortinas grises en los ya tosigos dorsos de la ciudad
mañana quizá pintarán los gangrenados rostros de los edificios
ahí van los mismos pies maquillados por un sauce llorón,
he pasado por los mismos bares inundados de vapor acerbo que he visto brincar
de las tazas de café
ya salen las mujeres a barrer evidencias de la noche anterior, ha pulir las fumaradas
del nuevo día
las noticias del día acostadas en los periódicos, se suele llevarse todas las manos
a la boca.
Por los parques, los abuelos empujan las nubes de sus nietos
el mismo perro que ladra mis pasos apresurados
hay un árbol donde dejo las suelas de mis sedientos zapatos a sorber la esperanza
de sus raíces.
He pasado por las mismas narices
siempre he querido doblar la esquina y es la esquina de esa calle quien me dobla
la campana que chilla y me devuelve la noción del tiempo
los tejados tristes y quietos sin palomas.
Todo estaba tan enorme, normal
y en su lugar
menos el sol
que nadie lo vio y más de uno pudo sentirlo
como el sol glacial
clava sus flechas grises en la faldas de las pupilas
tejiendo, como una maldición, nubes negras sobre las cabezas
de quienes la sintieron,
yo asumo su ausencia, como un alivio dorado,
para mi sudor,
para mi sed,
para mi frente,
para mis pies
donde yacen mis riñones en los talones.