Ella tan jovial
una noche sacudió los ojos
encerrada en su hogar,
sacudió
y sacudió
y por temor a que sus lágrimas rebotaran contra ella
mordía con los ojos su tristeza.
Se despabiló esa misma noche.
Se perdió
entre los capotes de los árboles
y las secas extremidades del frío,
entregó su llanto al viento
(como un deseo)
para que no volviera.