Jose Manuel Gomez

Amantes espaciales.

Tu eras ese planeta por el cual mi satélite era atraído.

Dolía cuando me expulsabas fuera de tu órbita hacia el frió espacio.

Hacia el vació absoluto donde agonizaba en silencio.

Sufriendo en la distancia.

Viéndote a lo lejos mientras decenas de satélites permitías en ti entrar.

Las lágrimas se convertían en fríos tempanos.

Una imagen de la cual hoy en día me arrepiento.

De pronto me quisistes buscar e inevitable para mi era rechazar la irresistible atracción llamada gravedad que hacia ti sentía.

Error, el mayor error de mi vida fue dejarme caer en tu órbita una vez mas.

La segunda oportunidad el doble del daño siempre causará, palabras sabias que solo con la experiencia se entenderán.

Al estar a tu lado protegido me sentía.

Yo era tu luna, tu mi tierra.

Eso siempre quería pensar, un solo satélite para un solo planeta, no debería haber alguien mas.

Pero con el tiempo comprendí que solos los dos no siempre estábamos, conmigo en la noche, con el en el día.

A mi me decías luna, a el le decías sol, tu sol te iluminaba, yo solo te complacia.

Era tu obscuro secreto que solo en las noches veías, mientras los ojos curiosos no te veian.

Yo creía que era tu único amor, pero realmente solo era una pasión, una aventura, un amante con el cual te desatabas.

Nunca te imaginastes que sol y luna se verían, eras fría y calculadora.

A las seis de la tarde el se iba, a las siete yo me asomaba, a las cinco yo me despedia y el se regresaba.

Pero un día sol y luna se encontraron y tanta fue la tristeza que a este encuentro los mortales eclipse lo llamaron.

Por ello día a día me alejo de ti, milímetro a milímetro, ya vuelta atrás no hay.

Asco me das, repugnancia, odio profeso hacia ti, aún no entiendo porque sol contigo todavía está.

Pero yo que era tu luna nunca mas contigo estaré.