Estoy solo,
alejado de la mano divina.
En este mundo de pesares y sufrimientos.
Solo.
Como aquel pequeño copo de nieve
que cae sin cesar.
Dejándose llevar.
Abatido por la tristeza.
Resignado a esperar
su tétrico pero reparador final.
Solo.
Esperando el retorno a mi ancestral morada.
Esperando la venida de la siniestra cosechadora.
La llamo:
"Oh, sombra reconfortante,
portadora de la poderosa guadaña mortuoria,
ven pronto a buscarme.
Libérame de esta prisión.
Llévame a mi hogar celestial".
Así la espero.
Debiendo resignarme.
Debiendo esperar mi tiempo,
aunque pasen días, años, meses...
Abatido en este mísero cuerpo.
Cansado de tanto luchar
contra la estemplanza,
contra la soledad,
contra el mundo.