Todavía me sustento
con los dulces besos de su tierna boca
y con la rosa azul de su blanco pecho,
que con ternura de niña me entregaste.
A este árbol viejo se le acorta el camino
y ya mis huesos extenuados buscan
entre la indiferente brisa del ocaso,
alguna playa vacía donde
ir a descansar,
mis olvidados pasos.
Nuestro eterno amor,
seguirá vivo entre los pétalos
de las rosas
y en la anochecida luz de mis días,
la rosa azul,
que en mi plantaste,
florecerá de nuevo,
entre las inexpertas bocas,
de los nuevos amantes.