Tu figura emergió entre neblina y frío,
también la tormenta llegó sin avisar,
el agua a su antojo desbordaba el río
y el cielo enlutado no cesaba de llorar.
Al escuchar tu voz me sonó diferente
ya no parecía ser la misma del ayer,
no me arrullaba con su deseo ardiente
y un tropel de dudas me hizo palidecer.
Tus ojos simularon amor y ternura
mientras tus labios intentaban sonreír,
tu nerviosismo no dejaba ni una duda
todo era inútil no tenías porque fingir.
Vacilante él me abrazó avergonzado
tratando de esconder su cobardía,
con palabras de un discurso agotado
que mientras más lo oía más me dolía.
Hoy cuando despierto la mirada al día
mis pensamientos aún vuelan hacia ti,
para envolverme en esa tarde de agonía
en que inocentemente y sin querer te perdí.
María B Núñez