Como he perdido parte de mi juventud
que se fue con mi etapa primaveral,
me dirigí a un centro de salud
a realizarme un chequeo general.
Tuve que librar una lucha campal
porque fueron muchos los pacientes
que esperaban atentos y silentes
a que les hicieran, chequeo igual.
Cuando llegó mi turno ya al final
sentí un dolor casi coronario
cuando me dijeron que lo honorarios
eran de unos cuatrocientos,
que pagué con dolor en el momento
con los intereses que me dio mi fiduciario.
El médico con recursos muy precarios
no tenía ni estetoscopio ni paletas,
me acomodó en una vieja silleta
que casi me rompe las costillas
y luciendo su bata blanca, ya amarilla
me dijo usted luce muy mal;
debe venir con frecuencia mensual
para que pueda lucir de maravillas.
un poco molesto me levanté de la silla
dando por terminada la consulta;
y allá abajo me esperaba una multa
por vehículo mal estacionado;
además de un caucho desinflado
y un rayón en la puerta que de forma brusca
alguien me hizo de un portazo
además de la llave de cruz y el gato
y algunas otras herramientas
fueron robadas de la maleta
que me habían costado no sé cuánto.
Conté hasta cien y otro tanto
a ver si la rabia me pasaba
y les juro que mientras más contaba
era más grande la ira y el quebranto
y si no reventé en profuso llanto
era porque la gente me miraba
y me tuve que ir como si nada
a escribir esta historia que hoy relato.
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